What help us to know ourselves what things are not helping factors, and how we can analyse ourselves from the outgoing faculties and intellect is a practical subject. This is truly called spirituality.
Sant Kirpal Singh

No piensen mal de otros

Del libro "Morning Talks" ("Charlas Matinales"), escrito por Sant Kirpal Singh

1967-10-18, Delhi, Sawan Ashram
Charla disponible como mp3 (5Mb, duración 16:06)  audio.sant-kirpal-singh.org


Nunca lastimen a nadie. Lastimamos a otros al pensar mal de ellos. Pensamos mal de otros, nos portamos mal con ellos, esto no es correcto, ya que los pensamientos tienen gran poder. Al pensar mal de otros, esto produce un efecto sobre ellos como un cable telegráfico. No es ni siquiera necesario decir nada a nadie, pero si piensan en una persona, ha­brá inmediatamente una irradiación.

Una vez, le dijo su ministro a Akbar, quien fue un gran emperador de la India, que los pensamientos eran muy poderosos y que se debía tener gran cuidado de lo que se piensa de los demás. Akbar le preguntó a su ministro por qué sabía eso, y el ministro contestó: "Pues bien, le daré un ejemplo concreto. Vamos afuera". Así, salieron ambos y vieron venir a un hombre que caminaba hacia ellos a una distancia de unos cientos de metros. El ministro le dijo al rey: "Mire, simplemente piense algo de ese hombre y cuando esté cerca, pregúntele qué pensamiento pasó por su mente en ese instante. Sólo debe mirarlo y pensar".

El rey pensó que ese hombre debería ser matado a tiros. Cuando estuvo cerca del rey, éste le preguntó: "Cuando viste mi cara, ¿qué pensamientos pasaron por tu mente?" El hom­bre contestó: "Emperador, perdóneme, pero pensé que debería pegarle y romperle la cabeza”.

Es decir, los pensamientos son muy poderosos.

Si piensan mal de otros, ellos reaccionarán. Deberían ser cuidadosos al hablar con la gente. Si hablan mal diciéndole: "eres un tonto", o algo así, o si alguien los insulta y ustedes reaccionan de la misma manera, ¿cuál será el resultado? Se acalorarán los ánimos. Una persona les insulta una dos veces. . . eso termina en una pelea. Esto es el resultado de unas pocas palabras, pero la verdadera raíz son los pensamientos. El hombre habla de la abundancia de su corazón.

Cualquier cosa que tengan en el corazón, toma la forma de palabras y después, esas palabras conducen a una pelea. Por eso, no ofendan los sentimientos de otros ni en pensamientos, palabras o acciones. Incluso en lugares muy reli­giosos, si una docena de personas están trabajando juntas y empiezan a pensar mal una de la otra, el resultado será que los pensamientos irradien y reaccionen en las mentes de los demás. ¿Entienden ustedes mi punto de vista?

El corazón es el trono de Dios. El cuerpo es el templo de Dios. Si ustedes ensucian el trono en donde se halla Dios, entonces, ¿quién se sentará ahí? –Benditos son los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. La pureza se manifiesta principalmente en no pensar mal de otros, ni en pensamiento, palabra o acción. También hay otros factores, pero éste es el factor principal. Don­dequiera que se encuentren, aún en un Ashram, si alguien piensa en otra persona, este pensamiento se esparcirá de inmediato. Es como una plaga, una infección.

Una rata afectada por una plaga, que corre por todas par­tes, esparce esa infección. Por tanto, ésta es una condición muy estricta: "No se comporten de agentes de investigación criminal sin sueldo de Dios. No tomen la ley en sus manos”. Si piensan bien de los demás, irradiarán el bien. Si purifican sus mentes, purificarán las mentes de los demás.

Al pensar mal de otros, primero deterioramos nuestro propio templo de Dios, nuestro cuerpo, y después ensuciamos a ellos. Exter­namente estamos muy bien, bastante limpios, pero nuestros corazones siguen impuros. Nos ensuciamos al pensar mal de los demás. Todos somos partes de la misma máquina. Si una de las partes no funciona, la máquina deja de tra­bajar. Por esto se dice: "Se necesitan reformadores que no reforman a los demás sino a si mismos”. La caridad empieza en el propio hogar. Primero debemos reformarnos a nosotros mismos. Ser un ejem­plo es mejor que dar preceptos.

Por tanto, el tema de hoy es: "No piensen mal de nadie en palabra, acción y mente". Si piensan en alguien, siempre piensen bien de él. ¿Por qué? Porque son nuestros hermanos y hermanas en Dios. Dios está activo en cada corazón. Nuestros cuerpos son los templos de Dios. Si pensamos mal de los demás, primero ensuciamos nuestros templos y des­pués los de los demás. En vez de hacer eso, debemos pensar: "Que la paz reine en todo el mundo bajo Tu Voluntad, ¡oh, Dios!" Guru Nanak rezaba de esta manera. Que todo el mundo sea feliz. ¿Cómo puede haber felicidad si ustedes ensucian a todos?

Lo más importante es, por eso, no pensar mal, no ha­blar mal ni escuchar lo malo que uno habla de otros. Si ustedes llegarán a enterarse de algo sobre otros, entonces deben guardárselo para sí mismos y traten de decírselo en privado por su propio bien. No debemos volvernos reformadores uno del otro, debemos reformarnos primero a nosotros mis­mos. Si tenemos simpatía por otros, deberíamos decirles en privado lo que en nuestra opinión están haciendo mal. Enton­ces la persona tendrá interés en escucharnos.

Si se encuentran con un hombre ciego y le dicen: "¡Oh, hombre ciego!", él se sentirá herido. Si decimos sencillamente: "Bien, querido amigo, ¿cuándo perdiste la vista?", esto tendrá buen resulado. Existen formas y medios para expresarse. Podemos decir que "hablar" es un arte. Las mismas palabras que tienen un efecto amoroso y pacífico, también pueden crear fuego. Esto es de lo que nos tenemos que cuidar. Por tanto, no debemos pensar mal de otros, en el corazón, en la mente, en palabras o acciones.

No es difícil encontrar a Dios, pero es difícil vivir como un verda­dero ser humano. El verdadero ser humano está aún en desarrollo. Dios está en busca de una persona que sea un verdadero ser humano. Cuando estén preparados, Dios vendrá y también les dará una tarea.

Recuerdo que en mi primera gira mundial fui también a Londres. Se les dio la iniciación en el Sonido a dos niños de aproximadamente siete u ocho años de edad, yo les pregunté: "¿Qué quieren?" "Queremos convertirnos en Maestros" contestaron. Les dije: "Muy bien, han sido puestos en el Sendero, avancen, progresen en él y podrán ser seleccionados como Maestros". Dios está en busca de alguien que sea un verdadero ser humano, para que Su trabajo continúe. No es necesario rezar por eso, sino que Dios elige a la persona calificada para este trabajo. Desear esta posición o recomendarse a si mismo apto para tenerla, no funcionará. La decisión no está en las manos del hombre, es una tarea encomendada por Dios.

Yo les dije a los niños: "Bue­no, ustedes podrán llegar a ser un Maestro. Han sido puestos en el Camino, sigan adelante y puede ser que sean escogidos para ser Maestros". Después de todo, cada uno tiene que llegar a la perfección. Querer esto no es un pecado. Cada Santo tiene Su pasado y cada pecador su futuro. ¿Dónde empieza esto? En nuestro propio ser. En primer lugar no debemos pensar mal. El hombre habla de la abundancia del corazón. Entonces, si hay algo maligno en sus mentes, eso se irradiará a través del pensamiento y de las palabras. Esta es la enseñanza de los Maestros. Deberíamos examinar nosotros mismos y ver cómo y dónde estamos. Si estas cosas aún están en nosotros ¿cómo pode­mos aspirar a ser Maestros? Por tanto la pureza de la mente es esencial. No permitan que se manche por tener malos pensa­mientos.

Deben orar por el perdón y deben tam­bién perdonar y olvidar. Generalmente no olvidamos. Decimos: "¡Oh!, no es nada", pero ese veneno sigue trabajando en nuestra mente. Tarde o temprano esto perjudicará a nosotros. Por eso, cuando alguien ofenda los sentimientos de uste­des con palabras o acciones, perdonen. El perdón es la única agua dulce que quitará toda suciedad. La jus­ticia no lo hará, tienen que entender esto. Si quieren justicia, enton­ces habrá una reacción. Unicamente el perdón remueve la sucie­dad. Perdonen y olviden, éste es el camino hacia la espiritualidad.

Una vez, un hombre fue al Señor Buda y empezó a insultarlo violentamente. Continuó así durante una, dos, tres horas, hasta que oscureció. Cuando cayó la noche, el hombre quiso irse pero el Señor Buda le dijo: "Bien, querido amigo, dime una cosa". El hom­bre preguntó a Buda qué era lo que quería saber y Buda respondió: "Si una persona le trae a alguien un regalo y esa persona no lo acepta, ¿a quién se le queda el regalo?" El hombre contestó: "A la persona que lo trajo". Buda entonces le dijo: "Bien, no acepto el regalo que me trajiste”.

Por eso son estas las cosas que debemos desarro­llar en nosotros y vivir conforme a ellas. Si viven así, sus pen­samientos y su irradiación cambiarán. Pienso que no es cues­tión de fingir algo, tenemos que practicarlo en nuestra vida. Los Maestros solían decir: —"Yo soy el sirviente de quienes viven conforme a lo que digo y ellos son mis jefes. Les ser­viré lo mejor que pueda".

Naturalmente el padre quiere más al hijo que le obedece y hace todo lo que él desee. Esto no se logra al estar de acuerdo externamente o al fingir, puesto que la mente irradia algo. El Maestro conoce nuestra mente y no presta atención a las cosas externas o las apariencias.

Estas cosas no se explican en discursos generales. Son char­las de corazón a corazón en las que se les habla a ustedes de estos asuntos. El secreto del éxito se halla en conservar la mente pura.

 

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